miércoles, 21 de mayo de 2008

La ciudad que odiaba...

Me desperté temprano e increíblemente sin la ayuda de un despertador… no fue un día extraordinario, ni se celebró algún aniversario, ni salió al mercado algún producto de mi interés. Pero sí es un tanto peculiar, porque sin hacer algo especial, me siento muy feliz y es porque descubrí que amo a la ciudad donde vivo.

Desperté, desayuné, jugué wii, vi la tele, arreglé mi cuarto… Abrí las ventanas de la sala y me asomé. Al inicio vi lo de siempre: un árbol frondoso y muy grande (tanto que ya cubre mi ventana y eso que vivo en el quinto de 10 pisos de un departamento), también vi más casas, los edificios de enfrente, escuelas, supermercados y no sé cuántas cosas más…

Luego de ver eso me pregunté: ¿cómo demonios era que detestaba esta acogedora ciudad? Sí, fue cuando recién llegué aquí, hace como 4 años. A mi no me gustaba esta ciudad porque cuando me vine a vivir aquí dejé a mis amigos del alma y todo porque mi hermano entraría a la universidad… en verdad estaba tan triste que llegaba a llorar inconsolablemente.

Sin embargo esa tristeza profunda se fue atenuando al pasar el tiempo. Sí, seguía extrañando a mis amigos, y aún los extraño, pero gracias a este cambio rotundo de ambiente, aprendí que la vida se vive en diferentes lugares y situaciones. No todo es para siempre. Y me di cuenta que puedo ver las cosas desde otra perspectiva, totalmente distinta a la que tenía.

Gracias a este cambio, he aprendido que la vida es más que una ciudad pequeña donde conoces a casi toda la gente. Esto no te ayuda, pues solo cierra la visión de las personas y en la mayoría de los casos, llega a cortar tajantemente sus talentos y virtudes.

Gracias a este ambiente, he descubierto lo asombroso que es la individualidad de las personas, donde puedes desarrollar nuevas ideas, sin importar el qué dirán. Son tus propias ideas las que te harán ser uno más o el más de todos.

Gracias a esta ciudad cautivadora, que quizá no tenga las edificaciones más finas del país, he descubierto la belleza de los caminos ordinarios, que al correrlos, se transforman en una pista infinita de libertad.

Podré decir muchas cosas, pero gracias a ésta: la ciudad que en un principio odié, he crecido, he madurado y he adquirido conocimientos eminentes de la vida, que se entienden solo cuando ya se han vivido…

1 comentario:

Anónimo dijo...

cuanto tienpo dura la lampara