La gente que sabe del buen comer o que simplemente tiene un paladar exigente, puede apoyar mi teoría:
los helados de Mc Donald's son malos porque son de puro azúcar… Pero lo que es cierto es que en ocasiones el sabor puede quedar a un lado porque al igual que el
café, los helados
pueden servir de pretexto para que se den experiencias especiales…
Algo
así me ocurrió a mí: fue con un amigo que me gustaba y que tenía como de 2 meses de conocer... Y
hubo un helado de por medio.
La primera vez que vi a mi amigo fue en la escuela. Recuerdo que coincidíamos en varias clases y que en un principio
ni nos dirijíamos la palabra. Nos empezamos a hablar hasta que un día nos tocó hacer juntos un trabajo en equipo... De la nada él me cayó bien. Tanto así que
en poco tiempo, menos de 3 días,
ya éramos buenos amigos.
Él era una persona con la que se podía hablar de cualquier tema, sin restricción alguna. Y aparte
era muy divertido platicar con él porque todo lo hacía interesante. Vamos, hasta los chistes más trillados tenían sentido si él los contaba… De hecho, me atrevo a decir que era uno de los mejores oradores que había conocido. Pero hasta ahí,
nada más nos llevábamos bien y él era un amigo más.
Entonces el tiempo pasó y
las cosas entre nosotros fueron creciendo gradualmente. Pero taaaan gradualmente que nunca nos dimos cuenta de cómo
nuestra amistad pasó a ser algo más. Sólo sé que el detonante ocurrió un día en que un grupito de amigos, él y yo salimos a una plaza de cierta fama local a ver una película y de paso a
mamacear un rato…
Recuerdo que eran como las 7 de la noche, pero todavía había sol gracias al horario de verano. Mis amigos desaparecieron y de un momento a otro
él y yo estábamos solos en el área de comida:
-Se me antojó un helado de Mc Donalds- dije-Pues vamos, ésos están baratos y bien buenos- dijo en tono de chisteNos reímos a la par,
me tomó de la mano y juntos fuimos a comprar un mísero helado de Mc Donald's… yo ni siquiera tenía hambre ni ganas de comer, pero ahí estaba a su lado, formada para comprarlo.
Entonces nos lo dieron y nos sentamos en las mesas de comida rápida. El lugar estaba vacío porque ya era un poco tarde.
Yo tenía el cono del helado en mis manos y fue entonces cuando
el detonante sucedió: nos miramos fijamente a los ojos. ¿Por cuánto tiempo? Quién sabe. Su mirada paralizó el tiempo... Sólo recuerdo que
dejamos de vernos porque el helado empezó a derretirse y una vez más, nos empezamos a reír como tontos.
Por más cursi que suene, esa mirada fue por algún tiempo lo que me hacía despertarme con gusto para ir a la escuela… Para estar con él.
Lo nuestro nunca llegó a más. Nunca nos dimos un beso, ni tampoco llegamos a ser novios como tal. Pero estoy segura de que él ha sido una de las personas que más he querido en mi vida… Porque ¿amor? no lo creo…
a mi edad nadie, absolutamente nadie,
sabe a ciencia cierta lo que es amar…