miércoles, 4 de junio de 2008

Hay algo...

Ayer decidí buscar a mi entrenador. Sólo para ver qué me decía. Eran las 8 de la mañana, ya había terminado de correr. Él, preparador físico de los tocheros, estaba en la cancha, platicando con dos de ellos. Por un momento pensé que no me haría caso.

Me acerqué. Él volteo y se dio cuenta que yo estaba ahí. Dejó de platicar con ellos, los mandó a hacer abdomen. Me vio y sonrió. Esa sonrisa fue más allá del “gusto” de verme. Fue algo inexplicable. Esa sonrisa, tan ambigua: la que siempre soñé. Reflejó todo a la vez, pero hubo algo en ella que la hizo más especial: reflejó esperanza.

Platicamos, me preguntó cómo estaba y me dijo lo de siempre. También me confesó que soy la única “juvenil”, incluyendo hombres y mujeres, que va a entrenar. Me dijo lo que quería y estaba predispuesta a escuchar. Pero dijo algo más: “me fascina tu constancia”

Esa frase fue la pequeña dosis de motivación que me faltaba. Esa es la motivación que me hará correr distancias más largas sin descanso. Esa es la motivación para acelerar en las subidas pronunciadas. Esa es la motivación, para la olimpiada nacional…

Siempre le he pedido que me exija más. Sin embargo, esto superó mis expectativas. Sé que él confía en mí. Y eso ha cambiado totalmente la imagen que yo tenía de él. Ahora siento ese vínculo atleta-entrenador que debe haber y que antes no había.

Hay algo, que cada vez me hace correr con más ganas.
Hay algo, que me hace sentir bien
Hay algo, que me está ayudando.
Hay algo, más que el físico.
Hay confianza…

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