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lunes, 28 de junio de 2010
jueves, 24 de junio de 2010
Adiós tenencia
A pesar de que el adiós a la tenencia ya es un hecho, hay quienes están en contra ya que se supone que este impuesto “subsidia al metro”. Otros se quejan porque se afecta el transporte colectivo. Y unos tantos (Ricardo Aguilar, presidente del PRI edo. Méx.) dicen que sólo es publicidad electoral (aunque, paradójicamente, el PRI fue el primer partido en proponerlo).
Como quiera que sea, este nuevo decreto es un beneficio palpable. Además, debemos recordar que la tenencia se impuso con el pretexto de subsidiar los Juegos Olímpicos del 68, que fueron suficientemente buenos pero ya pasaron y no creo que pronto, o al menos no para el 2016 con las Olimpiadas ni para el 2018 con el mundial de fútbol, venga a México un evento de tal magnitud.
¡Ah! Ya hasta me dieron ganas de comprarme un carro nuevo...
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lunes, 14 de junio de 2010
Cacahuates japoneses, ¿con un toque mexicano?
Que no nos extrañe que un mexicano con sombrero, bigote y zarape ande anunciando cacahuates al estilo de otro país... Digo, después de ya mexicanizamos la comida China y adoptamos los carritos del gabacho, ya ni es novedad...
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miércoles, 9 de junio de 2010
Dudó pero lo hizo
En unos cuantos días sus amigos vendrían a visitarla. Mercedes tenía mucho tiempo de no verlos y por eso quería tener su casa bien arreglada, más que siempre, para dar una mejor impresión. Así que lo primero que decidió hacer fue comprar un mantel para el comedor.
Entró a una tienda y vio varios manteles. Había de todos los tamaños, colores y precios, pero solo uno logró cautivarla: fue el mantel blanco que estaba a la derecha de la caja. Mercedes no checó el precio. Tanto le había gustado que estab dispuesta a pagarlo en abonos con tal de tenerlo. Aunque afortunadamente el mantel estaba en oferta y sólo costaba $58.00
Entonces vio su cartera y nada más traía $30. Sin embargo, no había mucho problema porque la cajera le recordó que tenían sistema de apartado y, además, todavía faltaban unos cuantos días para que sus amigos llegaran. Así que dejó sus únicos $30 para que no le fueran a ganar el mantel.
Mercedes regresó a la tienda al día siguiente. Mostró su comprobante y pasó a la caja donde aquel mantel blanco la estaba esperando:
- Restarían $28.00 por favor - dijo la empleada.
- Aquí están - y en eso Mercedes sacó un billete de $100.00 para liquidar
Entonces la cajera le entregó su cambio contando cada peso para que no hubiera ningún error: -Le entrego: con $32.00, serían 50; y con otros $50, serían $100; y con otros $100, son $200.
Mercedes volteó a ver el cambio y se sacó de onda, aunque su rostró no reflejó ninguna expresión. Ella sabía perfectamente que había pagado con un billete de $100 porque era lo único que traía en la cartera. No se necesitaba ser muy inteligente o bueno en las matemáticas para darse cuenta que la empleada le había dado cambio de más.
- ¡No mames! Con esto me puedo comprar la pulsera que vi en la tienda de allá atrás. O sino, con esto compro lo de la comida - pensó.
Mercedes dejó de ver el dinero. Lo dudó. Le fue difícil realizarlo, pero a fin de cuentas lo hizo:
- Señorita, le di $100, no $200. Y en seguida le devolvió el billete que le pudo haber echado una ayudadita. Ni siquiera se fijó si la empleada le había dicho algo o le había dado las gracias. Simplemente Mercedes salió de la tienda y se dirijió a su casa a paso apresurado.
Cuando iba en el camino, Mercedes no pudo evitar sonreír y sentirse bien. Pero tampoco pudo evitar pensar en el “qué pendeja”. Sin embargo, ella sabía que había hecho lo correcto: no era su dinero, no tenía por qué disponer de él.
Entró a una tienda y vio varios manteles. Había de todos los tamaños, colores y precios, pero solo uno logró cautivarla: fue el mantel blanco que estaba a la derecha de la caja. Mercedes no checó el precio. Tanto le había gustado que estab dispuesta a pagarlo en abonos con tal de tenerlo. Aunque afortunadamente el mantel estaba en oferta y sólo costaba $58.00
Entonces vio su cartera y nada más traía $30. Sin embargo, no había mucho problema porque la cajera le recordó que tenían sistema de apartado y, además, todavía faltaban unos cuantos días para que sus amigos llegaran. Así que dejó sus únicos $30 para que no le fueran a ganar el mantel.
Mercedes regresó a la tienda al día siguiente. Mostró su comprobante y pasó a la caja donde aquel mantel blanco la estaba esperando:
- Restarían $28.00 por favor - dijo la empleada.
- Aquí están - y en eso Mercedes sacó un billete de $100.00 para liquidar
Entonces la cajera le entregó su cambio contando cada peso para que no hubiera ningún error: -Le entrego: con $32.00, serían 50; y con otros $50, serían $100; y con otros $100, son $200.
Mercedes volteó a ver el cambio y se sacó de onda, aunque su rostró no reflejó ninguna expresión. Ella sabía perfectamente que había pagado con un billete de $100 porque era lo único que traía en la cartera. No se necesitaba ser muy inteligente o bueno en las matemáticas para darse cuenta que la empleada le había dado cambio de más.
- ¡No mames! Con esto me puedo comprar la pulsera que vi en la tienda de allá atrás. O sino, con esto compro lo de la comida - pensó.
Mercedes dejó de ver el dinero. Lo dudó. Le fue difícil realizarlo, pero a fin de cuentas lo hizo:
- Señorita, le di $100, no $200. Y en seguida le devolvió el billete que le pudo haber echado una ayudadita. Ni siquiera se fijó si la empleada le había dicho algo o le había dado las gracias. Simplemente Mercedes salió de la tienda y se dirijió a su casa a paso apresurado.
Cuando iba en el camino, Mercedes no pudo evitar sonreír y sentirse bien. Pero tampoco pudo evitar pensar en el “qué pendeja”. Sin embargo, ella sabía que había hecho lo correcto: no era su dinero, no tenía por qué disponer de él.
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